Según la tradición, hacia el año de 1687, un grupo de pobladores provenientes de la villa de Etla, Oaxaca, trajo a la Ciudad de México una efigie que representa a Jesús de Nazaret en el sepulcro con la intención de restaurarla. En su peregrinar, al detenerse para descansar en las faldas del Cerro de la Estrella, se percatan que la imagen había desaparecido y después de buscarla por un largo tiempo, la encontraron en una cueva de donde ya no pudieron moverla. Los vecinos del lugar lo consideraron un milagro y construyeron una ermita en honor al Santo Cristo que comenzó a ser llamado “El señor de la Cuevita” convirtiéndose así en el patrón de la localidad.
Desde entonces, se comenzó a venerar la imagen y con el tiempo empezó a crecer la devoción pastoral en virtud de las gracias que prodigaba a los 8 barrios. El fervor se fortaleció aún más a partir de la epidemia de cólera de 1833, cuando los habitantes pidieron al Señor de la Cuevita que frenara la epidemia que presentaban los habitantes y sucedió el milagro. Y en agradecimiento, cada año el pueblo de Iztapalapa hace la representación de la Pasión de Cristo más antigua de México.
Se ubica en el corazón de la zona, a unas cuadras de la salida del metro Iztapalapa.